lunes, enero 30, 2006

VEINTINUEVE












Gracias a todos por venir, demostramos que el Congo no es tan lejos, me divertí mucho, espero que ustedes también!!!!
Thank U all to share my twenty nine birthday night.

lunes, enero 23, 2006

Cartas y...

Hola, esta es la primera vez que escribo en primera persona, para decir algo más que una historia. No voy a presentarme, algunos me conocen aunque más no sea por las historias que preceden a esta introducción. A la derecha pueden ver un nuevo blog, "de baires a moscú", allí encontraran una historia que tiene amor, acción y todos los géneros que cubren la narrativa. Para no agobiarlos con historias de ficción les quiero acercar la opción de que puedan elegir que leer. También espero agregarle a esta historia fotos que reflejen sentimientos y los transporten hasta el lugar donde viven los protagonistas.

martes, enero 10, 2006

Heat

Era una tarde de verano inusual, sobre la avenida Corrientes en la puerta de uno de los más famosos teatos de la ciudad hay un reloj que indica la hora y la temperatura. El sol quemaba el capo de los coches y los grados centígrados llegaban a 43, aunque la sabiduría popular indicaba que la sensación térmica se había disparado hasta los 50°C. El vapor emanaba desde el asfalto, las plantas se marchitaban y morían en cuestión de minutos. La ciudad era la visión de un futuro de ciencia ficción y sus calles estaban desiertas, sólo algunos aventurados circulaban por ellas.
Salió caminando desde su lugar de trabajo, dobló en la calle Florida y encaró hasta Santa Fe. Cuando llegó a la Plaza San Martín decidió tomar el subway “C” y luego de unos quince minutos hizo la combinación con la línea “A” en la estación Lima. Seguía ilusionado con encontrar un micro clima, pero eso sólo podía ocurrir en su imaginación. El anden estaba lleno de gente, así que decidió esperar al próximo tren para viajar sentado. Del otro lado de la vía las personas seguían llegando para viajar en dirección opuesta. Le dio la espalda a ese paisaje por un instante para buscar en la mochila su reproductor de mp3 y cuando se volvió le sorprendió el silencio y la desaparición de aquellos que estaban del otro lado y los de su propio anden. Giró la cabeza para ambos lados, miró con desesperación el panorama y buscó en el bolsillo trasero del jean un pañuelo para quitarse el sudor que caía desde su frente hasta los ojos. Pasaron varios minutos en los que pensaba que se trataba de una especie de pesadilla hecha realidad, o quizás de un sueño del que no había despertado. Buscó con la mirada algún objeto que le resultara familiar y a su izquierda vio a un hombre que estaba recostado en suelo, se concentró para analizar esa imagen y notó que vestía con ropas de invierno, tenía una larga barba y estaba descalzo. Después de unos instantes el hombre levantó la vista e hizo contacto visual con Alejandro. Las manos comenzaron a transpirarle y se puso un poco nervioso por lo que había descubierto hacía instantes. En su cabeza volaban pensamientos que le creaban certezas y miedos. En un instante se acercó hacia Alejandro, se paró frente a él, lo miró a los ojos, balbuceó unas palabras inaudibles. Acto seguido lo golpeó en la mitad misma del rostro y la sangre emanó a borbotones. Sus brazos se tensaron, el resto del cuerpo no dejaba de transpirar y cuando abrió los ojos se dio cuenta que lo había imaginado. Dio unos pasos hacia atrás sin entender aún que pasaba y lo frenó una columna.
Brevemente recordó Oscar que hace unos años atrás él también vestía traje y que luego del trabajo tenía una familia y amigos donde ir. Como un sistema psicológico de autodefensa rapidamente borró ese recuerdo y vio en el otro sujeto una oportunidad de conseguir dinero para seguir sobreviviendo hasta que el ángel negro viniera por él.
Entre imagenes y recuerdos que transitaban a la velocidad de la luz, pudo distinguir como el ciruja se acercaba hasta él y esta vez era real. Pronto comenzó a pensar como actuar, que decir, quien era ese tipo, cual era su historia, todas esas preguntas le perturbaban y esos segundos se convirtieron en horas, días y años.
Ahora estaban cara a cara, niguno de los dos hablaba, pero se miraban fijamente y los ojos azules de Oscar contrastaban con los negros de Alejandro. En ese momento no se podía saber cual de los dos hombres estaba más asustado o creía con certeza que iba a vencer.
Ya era de noche y la luz de la luna entraba por la escalera a espaldas de ellos que comunicaba a la calle.
Se agarraron simultaneamente de los brazos, comenzaron a forcejear, sin decir una palabra. O pudo ver el miedo y el sudor y los ojos desorbitados en el rostro de A, mientras que del otro lado O no dejaba de sonreir cuando ambos cayeron a las vias del tren en el momento justo para que éste los arroyara.