domingo, enero 28, 2007

TREINTA


Cada vez que leo tu post no puedo evitar emocionarme y que me corra una sensación casi indescriptible.
Casi: porque me siento querido, admirado y tantas otras cosas que me faltan palabras para expresar esto que siento.
Siempre creí poco en mí y con algunas ideas medio surrealistas me miraba y miraba a los demás, pero vos lograste dar vuelta todo eso con tus consejos. Desde que fuimos creciendo hice todo lo posible para que confiaras en mí porque necesitaba hacerte saber que podías contar conmigo. Te empecé a admirar y sentí deseos de imitarte porque te estabas conviertiendo en la gran persona que ahora sos. Todavía lo sigo haciendo porque ahora quiero seguirte hasta México.
Me acuerdo de todo lo que contás y esa sensación de tener un cómplice para las cosas más pequeñas de la vida, que son las que nos hacen crecer, y las grandes, que nos definen como personas, son sentimientos únicos que se comparten con muy pocos en la vida.
Y por si fuera poco me prestaste atención y recordás algunas historias deportivas que inconcientemente me confirmaron que por ahí era el camino. Y que escribas que pudiste aprender algo de mí, wuau.
También sos parámetro para todas las personas que conozco, porque si no tienen una milésima de vos, entonces, son descartables.
Porque te adoro se me revuelven las tripas si llorás.
Y aunque hoy estemos un poquito lejos no lo siento así, porque cuando te llamo y me decís "hola cuchino", estamos más cerca de lo que creés.
Estoy muy feliz por lo que logramos, porque ser hermanos es un vínculo enorme pero además somos amigos. Ya tengo treinta y muchos retos que afrontar y decisiones difíciles que tomar, pero te tengo para que me escuches, uff, que alivio!!!!
Gracias por existir y por elegir ser " la hermanita del keké".

miércoles, enero 24, 2007

Imágenes

Lo primero que vio cuando se despertó fue el vaso de agua medio lleno al lado del reloj y casi por instinto, sin pensarlo, lo vació en su rostro. Llevó la mano derecha a la izquierda de su pecho para sentir los latidos de su corazón y dudó que allí se encontrara. Percibió la agitación y la desesperación que le había generado ese mal sueño y el frío que le corría por todo el cuerpo. Otra vez tuvo esa pesadilla, sin embargo no tenía con quién compartirla. Cuando estuvo más calmo, se levantó de la cama y comenzó con la rutina de los últimos diez años que lo llevaba todas las mañanas a su cubículo del décimo octavo piso de la avenida M.
En caída libre transcurren sus días desde que se separó de ella. Perdió el contacto con el mundo exterior y la falsa amistad de sus compañeros de trabajo. A sus espaldas escuchaba el murmullo hiriente por donde fuera que caminara en esa ciudad virtual. Ni siquiera iluminaba sus pasos la diminuta luz de una estrella.
Su carrera en la empresa comenzó cuando a través de un pariente lejano pudo ingresar como cadete para en pocos meses pasar a ser jefe del sector administrativo y luego fue vendedor, también gerente de ventas en casi un año. Su ascenso hasta gerente regional en latinoamérica fue meteórico y había sorprendido a muchos, generando odios y envidias. Solía almorzar con los ejecutivos más importantes de la empresa y los fin de semana iba a jugar al golf y a esquiar en las vacaciones de invierno. En pocos años pasó de ser una persona ignota y al borde del suicidio cada día, para convertirse en ese astro de las películas que siempre soñó ser. Fue en la fiesta de fin de año de la empresa que la conoció. Nunca la había visto, y sólo en otra vida lograría enamorar a una mujer tan bella, pensó en ese instante. Aún hoy cuando intenta recordar como pasó, no lo sabe. Pero su sonrisa lo hipnotizó, su mirada lo apartó de la realidad y el sonido de su voz le hizo perder el sentido auditivo, nada fuera de ella existía. Sólo recuerda que a la mañana siguiente se despertó en una cama que no era la suya y que aquella mujer que creyó haber soñado estaba ahora a su lado. Todo pasó muy rápido. Cuando llegó a la oficina, la gente le empezó a sonreír y a guiñarle el ojo incluso algunos se le acercaron para pedirle consejos sobre mujeres. Cuando no sabía que decir, usaba frases de canciones y citaba a algunos escritores sin revelar la fuente y aquellos que lo rodeaban demostraban su ignorancia creyéndolo autor de tanto palabrerío. Esa noche llegó a su casa y al revisar los bolsillos del traje, antes de llevarlo a la tintorería, encontró en el izquierdo interno un collar de plata y brillantes y en él colgaban unas letras: “Sofía”. Su vida cambió tan rápido como la ola se aleja de la orilla, se había convertido en una montaña rusa, el dinero le compró amigos y drogas y lujos y mujeres -de esas que sólo viven de noche- y una vida en exceso con un guión que no fue escrito para él.
Sofía lo amaba y se lo decía todas las noches, le recordaba que su felicidad eran esa cuatro paredes y un techo con libros y besos. Viajaron a París y a Manhattan. Caminaron por la Gran Muralla China y casi se ahogaron en las calles de Venecia. Pero fue Londres que lo cercó con Piratas e historias oscuras de asesinatos y prostitutas. Caminaron por la orilla del Tamesis y volvieron al hotel a las tres de la mañana. La policía derrumbó la puerta, anunció su presencia a gritos pelados y pisó los charcos de sangre; derribaron los muebles de la habitación, lo patearon en el piso, lo levantaron como si pesara menos que una pluma y lo arrojaron contra el espejo. Lo dejaron inconciente y lo esposaron. Desde ahí, todo son imágenes que corren por su mente a la velocidad de la luz. Volvió a Buenos Aires, tomó trescientas pastillas de distintos colores que encontró en la valija, y se desplomó sobre la cama.
Abrió los ojos, se tiró el vaso de agua en la cara, se golpeó la cabeza contra la mesita de luz, miró hacia todos los rincones de la habitación buscándola. Se restregó los ojos con la sábana y a su lado no había nadie, nunca había tenido compañía en su cama.

martes, enero 23, 2007


Sigo esperando...

Still waiting...

поджидать...

Io o aspetando...

Ich fahre fort zu hoffen...

Συνεχίζω...

Je lui en attendant...

Eu continuo esperando...
.
Que los que esperan no cuenten las horas...