jueves, febrero 15, 2007

Vandalismo

Hoy me desperté como cualquier otro día, me preparé para ir al trabajo y salí camino hacia la parada de colectivo. Me desconecté del mundo exterior escuchando el mp3 y puse en mi mano derecha las monedas para el boleto. Como cada mañana viajé parado mirando la cara de la gente que está sentada tratando de adivinar quién se bajará primero. Pasaron unos cinco minutos y se paró una señora justo donde yo esperaba. Me senté, abrí la mochila para sacar el libro, Cuentos de amor de locura y de muerte, y una cantidad de imágenes vinieron violentamente para recordarme que lo había olvidado sobre la cama de mi hermana encima de una remera. Con el sol iluminando dentro de la mochila vi la planilla de calcomanías, esas de freezer blancas, y recordé que quería escribir el nombre, emisora y horario del programa de radio, para así comenzar una pequeña campaña de marketing. Completé siete de las etiquetas con esa información (Criticones AM 1090, Jueves 21hs) en tinta azul de birome.
Fue en ese momento que comencé a imaginar la situación, lo que venía y como lo iba a llevar a cabo. Me empezó a correr un frío por el cuerpo, una gota de transpiración rodó por mi mente, hizo equilibrio en la mejilla y cayó al vacío aterrizando en mi zapatilla. Cuando quise doblar prolijamente la planilla, noté que las manos me sudaban. Me senté del lado de la ventanilla porque bajó quién estaba a mi lado en la fila de asientos para dos. El viaje pronto llegaría su fin. Miré la puerta por donde iba a descender y en los vidrios estaba pegado el cartelito con fondo negro y letras blancas, “mire atrás al bajar”. Los marcos de la puerta eran negros y brillosos, parecían recién lustrados, y tuve un pequeño sentimiento de culpa por estropearlos. A mi lado se sentó una morocha a la que ví de refilón, me pareció atractiva, y por eso me dio un poco de vergüenza lo que estaba por hacer. Casi tan rápido como un rayo de luz vino a mi mente un pensamiento que me perturbó. ¿Cómo se siente un ladrón antes de cometer el hecho? ¿Le sudarán las manos, transpirará, le temblarán las piernas como me había pasado a mí?
El colectivo llegó a Emilio Mitre y Rivadavia, ya estaba a menos de una cuadra de la estación de subte. Separé una de las etiquetas y la pegué en mi dedo índice derecho, colgué la mochila de mi hombro y dejé que varias personas bajaran primero. Llegó el momento cumbre, el que hasta hacía poco me llevó a un estado de éxtasis y nerviosismo, el que me pintó un futuro negro y del que ya no podía volver.
Mi primer movimiento fue relojear que el conductor no estuviera mirando por el espejo retrovisor, pegué la calcomanía en el marco y bajé la escalera. Me sentí diferente, casi extraño, había salido impune de mi fechoría, caminé con aire triunfador y me dirigí a la boca de subte. Desde ese día, cada mañana repito mis acciones en el transporte público.
Creo que ya crucé la linea, ahora no sé cual será mi comportamiento en el futuro, pero ya sé que es vandalismo.

martes, febrero 06, 2007

jueves, febrero 01, 2007

EFECTOS SECUNDARIOS




En el fondo, no hay nada que hacer.

Siempre tendrás dieciocho, porque eres joven sólo una vez, pero inmaduro para siempre.

No hay instrucciones para cumplir treinta.

Pero si las hubiera, serían estas:

- Haz una lista de todo lo que no te gusta de ti y luego tírala. Eres el que eres. Y después de todo, no es tan malo como te imaginas un domingo de cruda.

- Tira el equipaje de sobra. El viaje es largo, cargar no te deja mirar hacia delante. Y además jode la espalda.

- No sigas modas. En diez años te vas a morir de vergüenza de haberte puesto eso, de todas maneras.
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- Besa a tantas como puedas. Deja que te rompan el corazón. Enamórate, Date en la madre, y vuelve a levantarte. Quizás hay un amor verdadero. Quizás no. Pero mientras lo encuentras, lo bailado ni quién te lo quita.

- Come frutas y verduras. Neta, vete acostumbrando a que no vas a poder tragar garnachas toda la vida.

- Equivócate. Cambia. Intenta. Falla. Reinvéntate. Manda todo al carajo y empieza de nuevo cada vez que sea necesario. De veras, no pasa nada. Sobre todo si no haces nada.
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- Prueba otros sabores de helado. Otras cervezas, otras pastas de dientes.

- Arranca el coche un día, y no pares hasta que se acabe la gasolina.

- Empieza un grupo de rock. Toma clases de baile. Aprende italiano. Invéntate otro nombre. Usa una bicicleta.

- Perdona. Olvida. Deja ir.

- Decide quién es imprescindible. Mientras más grande eres más difícil es hacer amigos de verdad, y más necesitas quien sepa quién eres realmente sin que tengas que explicárselo. Esos son los amigos. Cuídalos y mantenlos cerca.

- Aprende que no vas a aprender nada. Pero no hay examen final en esta escuela. Ni calificaciones, ni graduación, ni reunión de exalumnos, gracias a Dios. Felices treinta, viejo. Bienvenido al resto de tu vida