Desde la primera vez que escuchó el estridente sonido del teléfono y la voz que salía por uno de los extremos del aparato, empezó a acumular datos para alguna vez estar involucrado en la magia que llenaba esos momentos de vacío en su espíritu. También esperaba con gran ansiedad la abrupta entrada de un sobre blanco por debajo de la puerta. El correo era algo misterioso y milagroso, que nunca sabía cuando llegaría y eso lo emocionaba aún más. Mientras fue creciendo los métodos de comunicación cambiaron y la tecnología avanzaba a pasos agigantados en el calendario.
El celular apareció en su vida como un grito de libertad e independencia que lo llevaría a comunicarse con los rincones menos pensados del planeta. Pero no era el mejor momento para que ese invento apareciera en su vida, pues tenía un trabajo con una paga tan baja que apenas le alcanzaba para comer los domingos. Todos los días viajaba en subte y veía como la gente se emocionaba con risas y algunas veces con llantos, cuando su celular se iluminaba y sonaban esas melodías,que sólo oía en la radio portátil por las noches. Y si un teléfono sonaba con alguna canción de Ismael Serrano, presentía que su día sería el mejor en mucho tiempo.
Un día se paró al lado de una chica bonita que escribía en la pantalla de su celular y unos segundos después leía la respuesta de esa carta instantánea y luego lo guardaba. Cuando esa noche llegó a la pensión, encendió la vela para leer un libro de Cortázar que le habían prestado y sólo leía una página por noche, ya que su enorme biblioteca estaba compuesta por diez libros. Para sumar nuevos ejemplares debía esperar a que algún alma caritativa le hiciera una donación. Pero ese miércoles pensó en escribir su propia historia. Cortó un par de hojas del papel higiénico que tenía en el baño y le sacó punta al lápiz de cuatro centímetros de alto. Todo el día había estado pensando en los mensajes que escribió la chica del subte y en quién podría ser la persona que le respondía, y esa fue su primera historia. Los días que le siguieron fueron alimentando su ilusión de historias de amor y odio que toda esa gente desde su celular intercambiaba con alguien que él no veía. Empezó a robar las hojas que estaban en el basurero de los escritorios y si no lo veían intentaba elegir aquellas que tenían al menos cinco centímetros para así seguir armando su libro. Pasaron algunos meses y por lo responsable que era en su trabajo ya que nunca llegaba tarde ni faltaba aún estando enfermo, lo ascendieron a encargado del sector. Gracias al poco aumento que recibió pudo ahorrar algún dinero para tener su primer y añorado celular.
En ese tiempo una chica bonita y un poco más joven que él comenzó a trabajar bajo su mando, pronto entablaron una relación que derivó en puro amor. Él siempre tuvo la ilusión de ser un romántico, el nuevo Cirano, por ello le dejaba notas y algunas cartas escondidas por todo el edificio, en vez de mandarle mensajes de texto.
Un lunes a la tarde se escaparon unos minutos del trabajo para poder besarse bajo un árbol en plena primavera y se alejaron para caminar por Puerto Madero. A su celular llegó un mensaje del jefe, que le informaba que estaba despedido por abandonar el trabajo. La miró, la besó despacio, y con todas sus fuerzas arrojó el celular al río y le dijo: "Agarrate de mi mano que tengo miedo del futuro".
jueves, julio 19, 2007
domingo, julio 15, 2007
Vuelos de Verano
Desde que rompió el huevo y pió por primera vez, sintió que podía ser libre, que el cielo era el límite y que sus sueños se realizarían con solo batir fuertemente sus alas. Tan sólo un instante después se dio cuenta que sería diferente a los demás, que nada le sería fácil de conseguir y que el mundo se complotaría para que se sienta miserable e infeliz, incapaz de expresar su sabiduría y castigado por sus ideas. Con el pasar del tiempo descubrió que su talento crecía y siguió la ruta que más lo enriquecía. Cuando aprendió a memorizar información en grandes cantidades, compró todos los libros que le traían conocimientos de tierras lejanas. Pronto quienes escribían esas historias se convirtieron en sus héroes y relamente los admiraba. Luego descubrío que la primera impresión que otros pájaros tenían de él al verlo volar, era la de un gran aviador arrogante y altanero. Quiso componerla y empezó a aterrizar en otros nidos y a entablar conversaciones, sonreía cuando llegaba y se presentaba respetuosamente.
Comenzó a buscar en diccionarios nuevas palabras y leía sobre la fauna mundial, aunque le fascinaba leer historias de ficción. Con estos temas ganó amistades que luego lo visitaban a él para hablar, y aunque si el momento no era el ideal, igual los recibía y pasaban horas de pío pío. Creía que de esta manera todo lo malo que de él se decía iría desapareciendo, pero algunas veces se aburría ya que visita tras visita se repetían los mismos tópicos.
Con el correr del tiempo empezó a traspasar la frontera y a visitar otros cielos. También aprendió nuevos idiomas, pues los pájaros de otras naciones no no hablaban la misma lengua que él conocía y marcaba en el calendario cuando comenzaría otra aventura. Ansioso por incorporar conocimientos, abandonaba su tierra y especialmente cuando el cruel invierno llegaba. Poco a poco fue ganando fama mundial como uno de los pájaros más interesante para conversar en todo el mundo. Conoció otros pájaros de distintos colores que buscaban lo mismo que él y fue así como año tras año organizaban viajes a lugares donde nunca antes habían estado. En estas travesías descubrío que había un lugar en la tierra donde no deseaba volver en su vida, porque allí habitaban unos pájaros negros conocidos como cuervos depredadores, que mutilaban hasta a los de su misma especie. Allí vivío momentos de mucho miedo pues el era de un verde espléndido, enceguecedor y a la vez imposible de no admirar.
Claro que no todo era color de rosa, más allá de la pájara que conoció hace ya un largo tiempo y con la que habían vivido noches de intenso e interminable romance. De vez en cuando vivía momentos de serio peligro al toparse con unos patos asesinos, y entonces tenía que volar más rápido para esquivarlos y volver a la seguridad que los árboles le ofrecían. Una mañana de invierno una paloma que lo apreciaba mucho por su sincera amistad, le contó a través de una carta que cargaba en su pata, que la pájara rosa había muerto en el crudo invierno de París.
En su propia tierra tenía enemigos, envidiosos de su sabiduría le dejaban cartas con versos aterradores y amenazantes de muerte cuando estaba de viaje. Aunque nadie se atrevió a matar al pájaro más inteligente de la tierra.
A medida que fue envejeciendo descubrió que ya no tenía las mismas ganas de ausentarse de su hogar por mucho tiempo, por eso construyó un nido más cálido donde poder soportar la lluvia, la nieve y el oscuro y frío invierno. Tampoco podía batir sus alas tan fuerte y el despegue era cada vez más difícil. Hacer un largo viaje con viento encontra lo agotaba antes de llegar a destino y eso le requería inmensos esfuerzos, de los que sólo se reponía meses más tarde.
Para no perder el gusto y el placer de entabalar una inteligente conversación con alguien distinto a él, empezó a acercarse a otras especies, éstos no volaban y andaban por tierra caminando largas horas. En este nuevo espacio del mundo encontró animales amistosos como los perros y los elefantes que siempre se ofrecían a trasladarlo en su lomo cuando estaba cansado. Por su edad ya no tenía miedo de lo que pudiera pasarle, por eso ni los tigres ni los pumas que en más de una ocasión le sostuvieron la mirada por largo tiempo pudieron vencerlo y siempre se alejaban con un aullido espeluznante cuando se alejaban. Un día se hizo amigo de un toro que caminaba por el campo todo el día y que de noche se acostaba a pocos metros de distancia de una vaca de la que estaba enamorado hacía mucho tiempo. Después de mucho intentarlo, lo convenció de entablar una conversación para saber que pensaba la vaca y que lo peor que le podía decir era "muuu". Ese día los dos se rieron durante horas. Cuando le costaba subirse al lomo del toro, éste se recostaba en el pasto y lo ayudaba con la cola para que ambos puedan pasar otra tarde agradable. Un día el toro no apreció y el pájaro se entristecío mucho, creyó que había perdido a otro amigo. Para confirmar este sentimiento horrible que tenía, fue al día siguiente al lugar donde se encotraban siempre. El toro estaba esperándolo y con una gran sonrisa. Aunque por un tiempo no le quiso preguntar a que se debía, la curiosidad era demasiada para dejarlo pasar por alto, y le preguntó, un poco irritado, a que se debía esa estúpida gran sonrisa. El toro le dijo que estaba por hacer feliz a un amigo y que tuviera paciencia, que ya le iba a contar. Después de un largo rato llegaron a una colina y en el costado del camino había un inmenso Álamo. Se sentaron un rato a la sombra para alejarse del fuerte calor que hacía ese día y de pronto aterrizó delante de la cara del toro una pájara. Estuvieron un rato hablando e ignorando al sorprendido y tímido pájaro. El toro giró su cabeza y le presentó a la pajara naranja más linda del mundo. Él apenas pudo decir pi, pi, pí, tartamudeando. Ella se río y comenzó a contarle de donde venía y cómo había conocido al enorme toro. Durante todo el verano se encontraron debajo del Álamo a las cinco de la tarde. Algunas veces el toro no aparecía para verlos desde lejos como compartían su felicidad por haberse conocido.
Una tarde de otoño los tres estaban agradablemente dialogando y contando historias de reyes y reinas y de los hermosos lugares que habían conocido, cuando un terremoto sacudió el campo. El pájaro cayó del lomo del toro sobre una roca y unas milésimas de segundo más tarde el toro lo aplastó con todo su peso.
Comenzó a buscar en diccionarios nuevas palabras y leía sobre la fauna mundial, aunque le fascinaba leer historias de ficción. Con estos temas ganó amistades que luego lo visitaban a él para hablar, y aunque si el momento no era el ideal, igual los recibía y pasaban horas de pío pío. Creía que de esta manera todo lo malo que de él se decía iría desapareciendo, pero algunas veces se aburría ya que visita tras visita se repetían los mismos tópicos.
Con el correr del tiempo empezó a traspasar la frontera y a visitar otros cielos. También aprendió nuevos idiomas, pues los pájaros de otras naciones no no hablaban la misma lengua que él conocía y marcaba en el calendario cuando comenzaría otra aventura. Ansioso por incorporar conocimientos, abandonaba su tierra y especialmente cuando el cruel invierno llegaba. Poco a poco fue ganando fama mundial como uno de los pájaros más interesante para conversar en todo el mundo. Conoció otros pájaros de distintos colores que buscaban lo mismo que él y fue así como año tras año organizaban viajes a lugares donde nunca antes habían estado. En estas travesías descubrío que había un lugar en la tierra donde no deseaba volver en su vida, porque allí habitaban unos pájaros negros conocidos como cuervos depredadores, que mutilaban hasta a los de su misma especie. Allí vivío momentos de mucho miedo pues el era de un verde espléndido, enceguecedor y a la vez imposible de no admirar.
Claro que no todo era color de rosa, más allá de la pájara que conoció hace ya un largo tiempo y con la que habían vivido noches de intenso e interminable romance. De vez en cuando vivía momentos de serio peligro al toparse con unos patos asesinos, y entonces tenía que volar más rápido para esquivarlos y volver a la seguridad que los árboles le ofrecían. Una mañana de invierno una paloma que lo apreciaba mucho por su sincera amistad, le contó a través de una carta que cargaba en su pata, que la pájara rosa había muerto en el crudo invierno de París.
En su propia tierra tenía enemigos, envidiosos de su sabiduría le dejaban cartas con versos aterradores y amenazantes de muerte cuando estaba de viaje. Aunque nadie se atrevió a matar al pájaro más inteligente de la tierra.
A medida que fue envejeciendo descubrió que ya no tenía las mismas ganas de ausentarse de su hogar por mucho tiempo, por eso construyó un nido más cálido donde poder soportar la lluvia, la nieve y el oscuro y frío invierno. Tampoco podía batir sus alas tan fuerte y el despegue era cada vez más difícil. Hacer un largo viaje con viento encontra lo agotaba antes de llegar a destino y eso le requería inmensos esfuerzos, de los que sólo se reponía meses más tarde.
Para no perder el gusto y el placer de entabalar una inteligente conversación con alguien distinto a él, empezó a acercarse a otras especies, éstos no volaban y andaban por tierra caminando largas horas. En este nuevo espacio del mundo encontró animales amistosos como los perros y los elefantes que siempre se ofrecían a trasladarlo en su lomo cuando estaba cansado. Por su edad ya no tenía miedo de lo que pudiera pasarle, por eso ni los tigres ni los pumas que en más de una ocasión le sostuvieron la mirada por largo tiempo pudieron vencerlo y siempre se alejaban con un aullido espeluznante cuando se alejaban. Un día se hizo amigo de un toro que caminaba por el campo todo el día y que de noche se acostaba a pocos metros de distancia de una vaca de la que estaba enamorado hacía mucho tiempo. Después de mucho intentarlo, lo convenció de entablar una conversación para saber que pensaba la vaca y que lo peor que le podía decir era "muuu". Ese día los dos se rieron durante horas. Cuando le costaba subirse al lomo del toro, éste se recostaba en el pasto y lo ayudaba con la cola para que ambos puedan pasar otra tarde agradable. Un día el toro no apreció y el pájaro se entristecío mucho, creyó que había perdido a otro amigo. Para confirmar este sentimiento horrible que tenía, fue al día siguiente al lugar donde se encotraban siempre. El toro estaba esperándolo y con una gran sonrisa. Aunque por un tiempo no le quiso preguntar a que se debía, la curiosidad era demasiada para dejarlo pasar por alto, y le preguntó, un poco irritado, a que se debía esa estúpida gran sonrisa. El toro le dijo que estaba por hacer feliz a un amigo y que tuviera paciencia, que ya le iba a contar. Después de un largo rato llegaron a una colina y en el costado del camino había un inmenso Álamo. Se sentaron un rato a la sombra para alejarse del fuerte calor que hacía ese día y de pronto aterrizó delante de la cara del toro una pájara. Estuvieron un rato hablando e ignorando al sorprendido y tímido pájaro. El toro giró su cabeza y le presentó a la pajara naranja más linda del mundo. Él apenas pudo decir pi, pi, pí, tartamudeando. Ella se río y comenzó a contarle de donde venía y cómo había conocido al enorme toro. Durante todo el verano se encontraron debajo del Álamo a las cinco de la tarde. Algunas veces el toro no aparecía para verlos desde lejos como compartían su felicidad por haberse conocido.
Una tarde de otoño los tres estaban agradablemente dialogando y contando historias de reyes y reinas y de los hermosos lugares que habían conocido, cuando un terremoto sacudió el campo. El pájaro cayó del lomo del toro sobre una roca y unas milésimas de segundo más tarde el toro lo aplastó con todo su peso.