Hoy me desperté como cualquier otro día, me preparé para ir al trabajo y salí camino hacia la parada de colectivo. Me desconecté del mundo exterior escuchando el mp3 y puse en mi mano derecha las monedas para el boleto. Como cada mañana viajé parado mirando la cara de la gente que está sentada tratando de adivinar quién se bajará primero. Pasaron unos cinco minutos y se paró una señora justo donde yo esperaba. Me senté, abrí la mochila para sacar el libro, Cuentos de amor de locura y de muerte, y una cantidad de imágenes vinieron violentamente para recordarme que lo había olvidado sobre la cama de mi hermana encima de una remera. Con el sol iluminando dentro de la mochila vi la planilla de calcomanías, esas de freezer blancas, y recordé que quería escribir el nombre, emisora y horario del programa de radio, para así comenzar una pequeña campaña de marketing. Completé siete de las etiquetas con esa información (Criticones AM 1090, Jueves 21hs) en tinta azul de birome.
Fue en ese momento que comencé a imaginar la situación, lo que venía y como lo iba a llevar a cabo. Me empezó a correr un frío por el cuerpo, una gota de transpiración rodó por mi mente, hizo equilibrio en la mejilla y cayó al vacío aterrizando en mi zapatilla. Cuando quise doblar prolijamente la planilla, noté que las manos me sudaban. Me senté del lado de la ventanilla porque bajó quién estaba a mi lado en la fila de asientos para dos. El viaje pronto llegaría su fin. Miré la puerta por donde iba a descender y en los vidrios estaba pegado el cartelito con fondo negro y letras blancas, “mire atrás al bajar”. Los marcos de la puerta eran negros y brillosos, parecían recién lustrados, y tuve un pequeño sentimiento de culpa por estropearlos. A mi lado se sentó una morocha a la que ví de refilón, me pareció atractiva, y por eso me dio un poco de vergüenza lo que estaba por hacer. Casi tan rápido como un rayo de luz vino a mi mente un pensamiento que me perturbó. ¿Cómo se siente un ladrón antes de cometer el hecho? ¿Le sudarán las manos, transpirará, le temblarán las piernas como me había pasado a mí?
El colectivo llegó a Emilio Mitre y Rivadavia, ya estaba a menos de una cuadra de la estación de subte. Separé una de las etiquetas y la pegué en mi dedo índice derecho, colgué la mochila de mi hombro y dejé que varias personas bajaran primero. Llegó el momento cumbre, el que hasta hacía poco me llevó a un estado de éxtasis y nerviosismo, el que me pintó un futuro negro y del que ya no podía volver.
Mi primer movimiento fue relojear que el conductor no estuviera mirando por el espejo retrovisor, pegué la calcomanía en el marco y bajé la escalera. Me sentí diferente, casi extraño, había salido impune de mi fechoría, caminé con aire triunfador y me dirigí a la boca de subte. Desde ese día, cada mañana repito mis acciones en el transporte público.
Creo que ya crucé la linea, ahora no sé cual será mi comportamiento en el futuro, pero ya sé que es vandalismo.
2 comentarios:
Hola mi nombre es Laura, soy de almagro...y queria pedir un tema de sabina(redondos , no way) y se lo queria dedicar a todos los q me conocen..jaja re que la mina deliraba :P
Bue, no puedo escribir cosas sensatas en el trabajo!
Con respecto a tu historia vandálica, está buena... y de paso chivo encubierto de tu programa jejeje...
bue, no se que decir...o mejor dicho escribir...
me retiro q los señores boricuas me esperan para q los deleite con mi voz aniñada :P
saludetes!
Lau*
.com/lubeeli
Hey! me gustó, claro, cómo no. Cada día escribís más lindo y además me encanta el sentmiento de este cuento porque se nota lo honesto que sos. Te adoro manito!
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