jueves, septiembre 25, 2008
jueves, septiembre 11, 2008
Mañana lluviosa
De derecha a izquierda estaban sentados, una señora de 60 años con unas agujas de tejer y un bollito de lana verde. A su lado una adolescente vestida de negro de pies a cabeza, el flequillo le tapaba los ojos azules que divisó en un descuido y que embellecían su nariz repingada y sus labios carnosos. Al lado de ella un andrógino fisico culturista que tenía una musculosa amarilla fluorescente. El cuarto en la fila era un oficinista de traje gris con gafas de alto aumento y un maletín entre sus piernas. En el extremo opuesta de la fila con la ventanilla abierta casi en su totalidad, resaltaba con su presencia la mujer de unos treinta y pico que vestía un trajecito de diseñador color beige con una cartera del mismo color sobre la falda. Estaba cruzada de piernas provocando la completa atención del oficinista y sus ojos lo delataban porque su mente la imaginaba en su depto de un ambiente en Once.
Mientras en su mente se dibujaba “La ronda de noche”, el hermafrodita lo perforó con la mirada, balbuceó algunas palabras en idioma orangutan y le lanzó una botella de agua semivacía. En menos de un segundo se avalanzó agarrándolo de la musculosa y lo lanzó hacia el medio del pasillo y aterrizó encima de éste para golpearlo hasta desangrarlo con una edición ilustrada de crimen y castigo.
martes, abril 22, 2008
Cambia todo cambia...
Sólo esto por ahora...
Pasaron casi 4 meses desde que posteé con este título que prometía decir tanto, generando expectativa en algunos y otros tan sólo pasaron, lo leyeron y pensaron "ya volverá...". Bien ahora estoy en condiciones de contarles todo lo que me pasó en este tiempo. El 29 de Marzo cerca de las 22hs volví a la radio después de haber terminado mi programa, sólo para pasar otra noche de sábado con algunos amigos. No esperaba que nada especial ocurriera ya que por enotnces todos los sábados eran iguales. Algo de pizza, birra y largas seudo-filosóficas charlas. Pero el destino puede cambiar tan sólo con una palabra de dos letras: ¿Volvés a la radio más tarde? Sí. En ocasiones previas uno imaginaba cómo sería un sábado por la noche en companía de una mujer, que nos diera algo más que su cuerpo. Para acortar el preámbulo, les cuento que cuando llegué, se encontraban dos chicas que nunca antes había visto en mi vida y que no creí que volvería a ver en el transcurso de las primeras dos horas juntos. Salimos los cinco a comer, hablamos y nos despedimos a las 6am sin más que el nùmero celular en la memoria del suyo y en la mía. Al día siguiente por insistencia de un amigo fui hasta Flores para ver cantar a un flaco que suelo comparar con Robocop cuando canta por sus movimientos especialmente. Antes de irme a la despedida de un amigo que volvió a España, le pedí que me acompañara a la puerta, con la oculta intención de besarla. Así fue, la besé, me besó. Desde entonces no sólo la deje unas dos semanas para pasear por España, Francia y Alemania con mi hermana, sino que dos semanas después de mi incursión Europea me mudé a su depto y se convirtió en la madre de nuestro futuro/a hijo/a.
Más adelante contaré detalles, pero mientras tanto los dejo con una foto nuestra.
lunes, enero 28, 2008
A los 31
En pocos meses voy a Europa por vacaciones y las expectativas están atravesando los límites del cielo queriendo llegar más allá. Aunque no apareció la historia de amor que produce insomnio, sigo escribiendo sobre ella, y al menos tengo en claro que no he depuesto las armas. Gracias a todos los que son parte de mi vida, que de algún modo hacen que mi mundo raro sea menos tedioso.
jueves, enero 17, 2008
VIDA
A pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
Supe que todo no era más que nada.
Grito !Todo!, y el eco dice !Nada!.
Grito !Nada!, y el eco dice !Todo!.
Ahora sé que la nada lo era todo,
Y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
Si más nada será, después de todo,
Después de tanto todo para nada.
José Hierro